DE CÓMO NACI

 

La verdad es que fui yo a la que busqué a mi autora. Ella no tenía ni idea de que yo existía, así que decidí salir a su encuentro. Para ello tenía que llamar su atención de alguna manera. Me escondí en una de las noticias del periódico. Yo, como la conozco, sabía que me iba a encontrar y le iba a gustar. Le atraen las noticias que no vienen en primera plana y que tienen una carga humorística y humana.

 

http://www.publico.es/espana/139137/desaparece-misteriosamente-un-critico-gastronomico-tras-cenar-en-el-bulli

 

Esperé que me leyera y me comentara. Ya le había picado e inoculado el virus principal: querer contar la historia.

La dejé tranquila unas semanas. Ella siempre tiene que asimilar la información y acomodarla al prisma de cómo ve la vida.

Pero pasaban los días y el programa Word seguía sin abrirse. Así que no me quedó más remedio que espolearla. Una noche, cuando estaba adormilada le susurré al oído: L´Espatarrat.

 

Sonreí cuando empezó a escribir: “El comedor estaba casi vacío a esas horas. Los últimos comensales apuraban los licores que acompañaban a la tertulia de la sobremesa.”

Las primeras frases de mi historia.

Día tras día se fue sentando frente a la pantalla del ordenador. Sé que le costaba en ocasiones. Se atascaba, dudaba encaminarme por un sitio u otro. Y a veces, creo que hasta me evitaba. Durante casi tres años estuvimos pasando muchas horas juntas.

No me quedó otro remedio que llamar más aún su atención. No tenía que aburrirse o no me terminaría. Al contrario, la clave radicaba en que se lo pasara estupendamente. Le fui facilitando las cosas. Le proporcioné personajes estrambóticos y situaciones esperpénticas. Como la conozco bien, sé que estas combinaciones le pierden.

Me alegraba cuando le oía soltar alguna carcajada cuando terminaba de escribir alguna escena. Vamos por buen camino, pensaba yo.

Sé de su despiste e intentaba que se fijara en detalles de su vida diaria que pudiéramos aprovechar. También paseamos juntas muchas horas junto al mar que tanto le apasiona. En los últimos meses ya no me hizo falta llamarla al orden. Yo terminé por fagocitarla.

Y llegó el día que escribió la palabra FIN.

Me aseó, me quitó las primeras arrugas, me peinó y me llevó de visita a casa de sus amigos. Sé que estaba asustada. Iban a conocer a la criatura.

Resultó que les gusté, cosa que me complació enormemente. Por ella ante todo, por su esfuerzo y dedicación.

Continuó arreglándome hasta que ya pensó que estaba lista para lucir mi primer vestido de fiesta, la portada de un libro.

Y presentarme en sociedad.

Creo que está orgullosa de mí. Al fin y al cabo soy la primogénita y siempre es la que más esperanzas y expectaciones suscita. Espero no defraudarla.